¿Alguna vez ter has parado a pensar la forma con la que ven el mundo la gente que te rodea? Cada uno de nosotros está compuesto por experiencias y pensamientos y todas estas experiencias y pensamientos son diferentes en cada uno de nosotros.
La manera en que experimentamos y vemos la vida es diferente para cada uno de nosotros. Unos la ven generosa y bonita, mientras que otros la ven oscura y peligrosa, y estamos hablando de la misma cosa.
La forma en que percibimos el mundo determina nuestras vidas. Llegamos a entenderlo bajo una manera determinada y respondemos a lo que creemos que es la realidad. Planificamos y llevamos a cabo nuestras vidas bajo las reglas que nosotros mismos creamos. Reglas que sólo existen en los confines de tu propia mente.
Me pierdo bastante en mi propio pensamiento. Tanto es así que aveces siento como su estuviera despegándome del mundo en su totalidad -como si ya no supiera dónde estoy, cuándo estoy. Esta vez no es el caso, pero me he dado cuenta que a medida que pasan los años, me encuentro más atrapada en mi cabeza y menos presente en el mundo físico a mi alrededor.
Esto es sin duda debido al estilo de vida. Escribo en un ordenador portátil para vivir. Estudio un máster online -más tiempo delante del ordenador. Y luego, por supuesto, tenemos los ordenadores de bolsillo que, por alguna razón, continuamos llamando móviles. Apps. Emails. Textos. Páginas web. Sin duda paso más tiempo mirando a una pantalla que haciendo cualquier otra cosa.
Hago todo lo posible por mantener un equilibrio entre la vida real y la virtual, pero sé que no soy la única que vive de esta manera. El mundo está siendo invadido por los ordenadores y cada uno de nosotros nos sometemos voluntariamente a lo que muchos llaman una adicción no saludable. Sin embargo, no todos somos adictos. La mayoría de nosotros encontramos utilidad a ese estilo de vida que parece merece la pena vivir.
La tecnología nos facilita la vida. La hace más asequible, eficiente y gratificante. ¿Pero la hace mejor? Podría. De hecho, es lo que debería hacer. El problema es que muchos de nosotros nos acostumbramos a la gratificación instantánea que nos permite nuestro mundo de alta velocidad. Sabemos que, básicamente, podemos conseguir cualquier cosa que queramos cuando queramos. El problema con esto es que si podemos conseguir todo lo que queramos, nos daremos cuenta pronto de que no queremos nada.
¿Pero y no es ese el objetivo? ¿No querer? Realmente no, no lo es. La cuestión aquí no es no querer nada en absoluto; la cuestión aquí es querer, obtener, y luego querer un poco más. Estamos destinados a querer, siempre queremos. Esa es la única forma en que nuestra naturaleza animal puede permanecer en sintonía con nuestra conciencia superior. Necesitamos querer con el fin de mantenernos sanos.
Y no me refiero al tipo superficial de querer, sino al tipo de querer que te motiva a hacer grandes cosas, a ser una gran persona. A poner delante toda la energía que puedas reunir y crear algo que merezca la pena. Y esto se aplica a todo: desde los objetivos que nos marcamos hasta el amor que creamos y compartimos. Especialmente las citas.
Ya no nos esforzamos tanto como antes. Y cuando digo nos me refiero a esta generación. Nos resulta fácil tener citas porque conectar con otras personas ha sido más sencillo para nosotros de lo que ha sido para cualquier otra generación. Y sigue siendo más fácil cada año que pasa.
Es demasiado fácil conocer gente nueva. Demasiado fácil probar diferentes opciones. Demasiado fácil pasar por alto la maravillosa persona que hay enfrente tuya, porque estás demasiado ocupado mirando el jardín del vecino. La cosa es que aunque conseguir tener una cita es mucho más fácil, conocerse en sí es mucho más difícil.
Antes solíamos encontrar la belleza en la imperfección, ahora en su lugar encontramos un defecto y pasamos a la siguiente persona. Pasar a la siguiente: eso es lo que nuestra cultura ha creado como un medio de experimentar con todas las personas del mundo. Echamos un vistazo rápido y luego juzgamos. Y lo que juzgamos -seamos honestos- suele ser si esa persona es lo suficientemente atractiva o no. Lo que -seamos realmente honestos- depende generalmente de si uno o una se toma buenas fotos.
¿Quieres saber porque prefiero conocer a pareja en la vida real que en un aplicación de citas? Porque no quiero que accidentalmente pase al siguiente con él. No quiero “conocerle” cuando esté en casa, aburrida o después de haberme tomado un par de copas.
No quiero que me conozca como una imagen de 5×5 centímetros en una pantalla de cristal que cabe en su mano. La única cosa que la tecnología nunca será capaz de crear es la magia que se crea el momento en que 2 personas se conocen en el mundo real. La magia no existe en el mundo virtual.
No me malinterpretes, puedes seguir “pasando a la siguiente”, yo sigo haciéndolo. Pero eso no quita que todavía quiera conocerle “a él” en una cafetería, mientras se tropieza conmigo y me derrama todo su café por la camisa.
Así que quizá lo que pasa es que ni siquiera esté usando la app de citas para encontrarle a él. Tal vez no la esté usando ni para tener citas. Probablemente tú tampoco. ¿Hay alguien realmente que lo haga?
Buen Articulo